"El ballet lo es todo: es técnica y es emoción", Mila Iglesias (madre de Igor Yebra)
- Sarrignacio
- 6 nov 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 18 dic 2019
Autora: Raquel Mendizabal

En la calle Islas Canarias 51 del barrio de Sarriko encontramos la academia de danza: Igor Yebra Dantza. En el hall nos recibe una señora de pelo gris, Mila Iglesias, madre de Igor Yebra y maestra de la academia fundada en 2006. Nos guía hasta su despacho y nos invita a sentarnos a charlar con ella. Mila Iglesias se dispone a sumergirnos en el mundo de la danza. Tenemos papel, bolígrafo, grabadora y muchas ganas de aprender. La escuchamos...
-¿Sabemos que Bilbao ha sido tu casa pero por qué Sarriko?
Mi hijo Igor siempre ha tenido claro que quería abrir una academia, pero era un requisito que fuese en su ciudad. El local debía tener un mínimo de columnas y estar dentro de nuestras posibilidades económicas. Sarriko es un barrio joven, bien comunicado con transporte público que abarca las dos márgenes: las Arenas y Portugalete. Otra ventaja es la proximidad con el Conservatorio, en el cual actuamos el año pasado. Al fin y al cabo, el centro de Bilbao está rodeado de oficinas…
-¿Qué os transmite Sarriko como barrio? ¿hay suficientes iniciativas culturales?
Siempre ha sido un barrio agradable y con buen ambiente. Aunque, ni en este barrio, ni en otros hay suficientes iniciativas culturales. El problema es que hace falta unir fuerzas. Es necesario un movimiento que agrupe todas las iniciativas que hay. Pero, para eso tienen que haber ayudas. Habría que ver si el Ayuntamiento tiene lugares para ofrecer y podría darle forma al movimiento.
-¿Es Sarriko vuestra primera ubicación? Si no es así, ¿en qué otros sitios habéis estado?
Yo daba clases extraescolares de ballet en la Escuela de Deusto. Llegamos a tener apuntados 150 estudiantes e incluso ganamos un premio. Destinamos parte del dinero que habíamos recibido por haber ganado a la creación de cursos de cerámica en el colegio y a instalar espejos con persianas en el gimnasio.
-¿Con persianas?
Sí, ya se sabe que los jugadores de fútbol pueden causar desperfectos… (los niños que jugaban a fútbol solían romper a balonazos los espejos utilizados para las clases de ballet).
-¿Cómo fueron los comienzos de su hijo Igor?
La gente percibe el arte como algo con lo que no se puede ganar dinero. Cuando en Deusto, mi barrio, se enteraron que Igor se había quedado en Madrid me gritaron en la pescadería: ¡SEÑORA, SU HIJO SE HA IDO DE TITIRITERO! Cuando al cabo de un año mi hijo salió en la televisión me dijeron: ¡OIGA, QUE SU HIJO ES ARTISTA! Los medios ayudaron a que cambiasen de mentalidad, paso de titiritero a artista. Ahora, gracias a Dios, la situación ha cambiado, ya no está mal visto. Aunque, tampoco se ha evolucionado tanto... Cuando un hijo que tiene vocación afirma a sus padres que quiere ser artista, la respuesta suele ser: primero estudia.
-Pero, para ser bailarín debes estudiar, ¿no?
La carrera de bailarín es la más exigente, entra todo, tienes que ser listo, inteligente, rápido. Cuando acuden padres argumentando que sus hijos van mal en los estudios y que por ello, quieren meterles a danza, yo respondo: “¿cómo? pues no, no puede”. Tiene que atender a la música, memorizar las coreografías, tener reflejos para cambiar en las variaciones, cuidar su cuerpo… es muy difícil. Hay un desconocimiento muy grande de lo que es el mundo de la danza.
-No lo hay en otro ámbitos como el fútbol.
Si ese niño quiere ser futbolista, sus padres lo empujan a ello, creen que se va a forrar. Aunque haya muchos que no ganan demasiado. Pero, lo consideran, porque lo conocen más. Si se trabajara para la danza como se hace para el fútbol… ¡qué sería!
Además, en el caso de los niños en masculino, sucede que una parte de ellos quiere y la otra no. Existe una evidente presión social. Cuando se es pequeño los padres lo toleran mejor porque ayuda a la psicomotricidad. Sin embargo, llega un punto en el que si se plantea de forma más seria, el apoyo por parte de los padres es crucial. Aunque, este no siempre existe. Hay mucha escasez de chicos.
-¿Recibe el ballet algún tipo de ayuda económica por parte del Gobierno?
Cuando mi hijo era pequeño no había ayuda alguna. Tuvo que irse a Madrid a vivir solo con 13 años para estudiar en la compañía de Víctor Ullate. Los sábados de cada semana tenía que desplazarme hasta la capital para rellenarle el frigorífico. Y es que, ninguna residencia quería hacerse cargo de un menor.
Las cosas no han avanzado tanto… Los gobiernos deben implicarse y saber de lo que hablan. Es posible que la falta de conocimiento los conduzca a gastar más dinero obteniendo peores resultados.
- ¿Cree que el programa: Fama a bailar! del que su hijo fue profesor, ha atraído a estudiantes?
No. Para nada. Igor estaba muy líado en aquel momento. Ya se había marchado a Uruguay. Pero, es cierto que programas como esos ayudan a fomentar la danza. En países como Uruguay están volcados para favorecer el arte. Cuando fui a visitar a Igor a Uruguay me quedé sorprendida. Vi un montón de niños muy pequeños, con batitas y lazos muy grandes atados al cuello, cogiendo un bus para ver un espectáculo de teatro. Eso supone una preparación para el futuro. Una preparación al arte, que al fin y al cabo es lo que alimenta el espíritu. A nosotros aún nos queda mucho por hacer.
-¿Qué metodología empleáis para formar a vuestros alumnos y alumnas?
Mezclamos la metodología de vaganova (rusa), caracterizada por ser estricta y disciplinada; con la francesa, donde priman la elegancia y la fluidez.
-Entonces, ¿los profesores son de aquí?
Es difícil encontrar un buen profesor con una preparación estricta. Durante un tiempo tuvimos a una profesora rusa, ahora tenemos una española de Madrid. Los de contemporáneo o teatro, en cambio, sí suelen ser de aquí. Y el de flamenco viene del sur.
-Hemos visto que ofrecéis cursos de teatro para completar la formación de vuestros bailarines y bailarinas.
Sí, es complementario. Hay alumnos que realmente necesitan estas clases, son introvertidos y esto les ayuda a soltarse. En el baile hay que expresar, contar una historia. No se puede salir con cara de aguacate. Para mi la danza es más que una buena técnica. Para acrobacias está el circo, donde ya se hacen maravillas. A mí me tiene que expresar algo. Cuando realmente se disfruta del espectáculo es cuando el bailarín establece un vínculo con el espectador. El ballet lo es todo: es técnica y es emoción.
Por otro lado, un poco con esa misma intención de soltar un poco a ciertos alumnos contámos con la danza de carácter. La cual es necesaria. En todo ballet clásico hay carácter, por ejemplo, en el lago de los cisnes cuando el sale el pueblo. Es la parte que despierta al público, sobre todo para aquellos que no están acostumbrados al ballet. Anima mucho al público.
-Al final, ¿qué lográis con el ballet, y más concretamente con la academia?
Se hace un grupo. Una pequeña familia. El contacto es muy directo: les tocas, te cuentan cosas… Los acabamos conociendo al dedillo. Sabes cuando un niño tiene un problema o está triste. Incluso si va mal o bien en los estudios. Aunque, no sé si esto les hará mucha gracia a algunos -risita-. Además, es curioso que el que es organizado y va bien en los estudios, aquí rinde. Va muy unido.
Cuando se van fuera y vuelven, vienen a visitarnos. El otro día vino un alumno que ahora está en Londres. Sin embargo, da pena aquellos que se despegan del ballet, entristece.
-¿Entonces con algunos mantenéis ese contacto?
El contacto continúa, sí. Llegamos a tener una experiencia dolorosísima. La primera alumna que se marchó para bailar murió de repente. Aún guardamos en el vestuario la tarjeta que nos mandó ella. Para los alumnos fue muy impactante. Ya han pasado unos años, pero las jovencitas siguen preguntando: “¿esta niña quién era?” Se crea una gran familia en la exite un interés por los demás, los alumnos hablan de los que están fuera, preguntan...
- ¿Cómo se da esa iniciación en la academia?
Cuando los padres traen a sus niños pequeñitos argumentando que les gusta mucho bailar, hay que entender ¿qué entiende un niño por bailar? Pegar saltos y brincos. Cuando le metes a hacer ejercicios para prepararlo físicamente, pueden no entenderlo. Te miran como: “esta loca me está queriendo fastidiar a mí haciendo esto”. Ahora, el proceso de enseñanza es más rápido y está cambiando de forma constante. Nos empuja a conseguir el mismo objetivo, pero por otros caminos. Aunque, hay cosas que no cambian demasiado, la barra y los saltos siguen siendo los mismos. El niño que supera la predanza, suele seguir. Es difícil, duro; pero es muy bonito. Luego eso sí, el espectador lo ve y piensa “ay, qué fácil hay que ver, si ¡parece que no cuesta nada!”.

Me encanta ver a Igor Yebra en la sala de danza clásica. Una pregunta: la mano que agarra la barra, ¿es habitual hacerlo así, me refiero al dedo pulgar? Nos enseñaban poner todos los dedos encima de la barra. Disculpen si la pregunta es fuera de lugar, quizá ahora haya otras reglas que desconozco.